Trump en el trono del “sentido común”
El 20 de enero de 2025 marcó un hito en la historia contemporánea de Estados Unidos: Donald Trump regresó a la presidencia, prometiendo instaurar lo que él llama una “revolución del sentido común”. Lo que para algunos representa un retorno a los “valores tradicionales”, para otros es una alarmante cruzada ideológica contra derechos y libertades que tardaron décadas en consolidarse. México, como siempre, es uno de los primeros objetivos de este nuevo viejo orden.
En su primer día de gobierno, Trump declaró emergencia nacional en la frontera sur, ordenando el despliegue de tropas para detener la inmigración ilegal y el tráfico de drogas. Este movimiento, adornado bajo el discurso de “recuperar el control”, tiene un costo directo para México. La reactivación de la política de “Quédate en México” obliga a miles de solicitantes de asilo a permanecer en territorio mexicano, sobrecargando los recursos locales y generando problemas de seguridad en las ciudades fronterizas.
Sin embargo, para Trump, este es solo el primer paso. En su visión del “sentido común”, la migración no es un fenómeno humano complejo, sino un problema que puede resolverse con muros, militares y etiquetas. Bajo esta lógica simplista, ha designado a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas internacionales, abriendo la puerta a posibles intervenciones armadas unilaterales en territorio mexicano. ¿Soberanía? Para la administración Trump, parece ser un concepto negociable siempre que sus intereses lo justifiquen.
Pero, si algo ha marcado este regreso de Trump, es su declarado combate contra la llamada “cultura woke”. En su discurso inaugural, el presidente prometió un retorno a las “realidades biológicas”, declarando que Estados Unidos solo reconocerá dos géneros: masculino y femenino. Esta medida, presentada como un acto de “sentido común”, elimina programas federales de diversidad, equidad e inclusión, afectando directamente a las comunidades LGBTQ+ y retrocediendo décadas de avances sociales.
Para Trump y sus seguidores, estas decisiones son un golpe a lo que perciben como una imposición ideológica que amenaza los valores tradicionales. Sin embargo, para muchos otros, representa un ataque frontal contra derechos fundamentales. Lo irónico es que esta “revolución del sentido común” parece más una regresión al autoritarismo disfrazada de lógica pragmática.
El combate contra la diversidad de género y la migración no son decisiones aisladas, sino pilares de una estrategia más amplia: dividir para conquistar. Trump ha consolidado su base de apoyo al presentarse como el defensor de los “olvidados” y los “oprimidos” por las élites progresistas. Para él, el “sentido común” es un arma política, una narrativa que simplifica problemas complejos y culpa a sectores marginados por los males del país.
Este discurso ha resonado con millones de estadounidenses que ven en la diversidad y el progreso un enemigo, y en Trump, un salvador. Sin embargo, también ha profundizado las fracturas sociales, dejando un legado de polarización que amenaza la cohesión no solo de Estados Unidos, sino de sus relaciones con el resto del mundo, incluyendo a México.
Las políticas migratorias y de seguridad de Trump tienen un impacto directo en México. Además del desafío humanitario en la frontera, su insistencia en imponer aranceles y limitar el comercio afecta sectores clave como el turismo y las exportaciones mexicanas. La incertidumbre generada por sus amenazas de intervenciones militares disuade a los inversionistas y debilita la estabilidad económica de la región.
Ante este panorama, el gobierno mexicano, encabezado por Claudia Sheinbaum, ha intentado mantener una postura firme, defendiendo la soberanía y buscando alianzas internacionales. Sin embargo, la realidad es que México enfrenta un dilema complicado: resistir las políticas de Trump sin poner en riesgo su relación comercial y diplomática con su mayor socio económico.
Lo que Trump y sus seguidores presentan como un regreso al “sentido común” es, en realidad, una estrategia que apela a los miedos y prejuicios de una parte de la población. Bajo la bandera de la “lógica” y los “valores tradicionales”, su gobierno está desmantelando derechos, debilitando instituciones y amenazando la estabilidad global.
Para México, esto representa no solo un desafío diplomático, sino una prueba de resiliencia y unidad nacional. Enfrentar las políticas de Trump requiere algo más que discursos: exige una estrategia integral que incluya fortalecer la economía interna, diversificar relaciones comerciales y promover una diplomacia activa que defienda los intereses nacionales.
¿Qué sigue?
En un solo día, el regreso de Trump ha trastocado escenarios políticos, sociales y económicos tanto en Estados Unidos como en México. Si este es el comienzo de su “revolución del sentido común”, los próximos cuatro años prometen ser un período de tensiones, retrocesos y desafíos.
El “sentido común” de Trump es, en el fondo, un eufemismo para justificar una agenda que ataca la diversidad, la igualdad y la cooperación internacional. Ante este panorama, México y el mundo tienen dos opciones: sucumbir a esta lógica o resistir con inteligencia y determinación.
¿Qué camino tomaremos?