La Cuarta Transformación con Nietzsche de testigo.
Por: Alexis Da Costa
En su vasta obra filosófica, Friedrich Nietzsche desveló uno de los aspectos más inquietantes de la condición humana: la eterna lucha entre lo que se es y lo que se desea ser. Desde la sublimación de la voluntad hasta el concepto de superhombre, Nietzsche abordó la relación entre el individuo y el poder, el sentido de la existencia, y la forma en que los hombres se forjan en la adversidad.
La política de hoy, por su naturaleza turbulenta y volátil, parece tan distante de las meditaciones filosóficas de este pensador alemán, pero, sorprendentemente, su pensamiento tiene una resonancia clara y precisa en la política mexicana contemporánea, especialmente en el contexto del ascenso y la consolidación de Morena en el poder.
Desde 2018, la llegada de la «Cuarta Transformación» no solo representó un cambio en la estructura política del país, sino también el triunfo de una voluntad persistente, un ejercicio de poder que recuerda las enseñanzas nietzscheanas sobre la importancia de la constancia y la lucha en la búsqueda del poder. Morena, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, no es un partido que surgió de la noche a la mañana, ni uno que obtuviera el poder mediante el artificio o el oportunismo. El poder que hoy ostenta se gestó durante años de resistencia, de constantes embates de los poderes establecidos, y de una reconfiguración de las bases ideológicas del país.
Nietzsche, en su obra «Así habló Zaratustra», proclama que “el hombre es algo que debe ser superado”. Esta idea, aunque ubicada en un plano existencial, puede ser perfectamente adaptada a la política mexicana. Morena no solo ha aspirado a ocupar el poder, sino que ha buscado, a lo largo de su larga y conflictiva trayectoria, despojarse de los antiguos paradigmas que dominaron la política nacional, especialmente el bipartidismo que había estancado la democracia en México por décadas.
La voluntad de poder, concepto fundamental en la filosofía de Nietzsche, se hace particularmente pertinente en el análisis de la trayectoria de Morena. El partido, en su lucha por llegar al poder, fue enfrentando no solo a los rivales tradicionales, sino también a una estructura profundamente arraigada en las instituciones del país. El poder de Morena, como el poder del «superhombre», no ha sido simplemente una llegada triunfal a la cima, sino un proceso de transformación, un esfuerzo continuo de reconfiguración del espacio político. La persistencia ha sido su herramienta más efectiva, tal como Nietzsche sugirió que la fuerza vital de los individuos está en su capacidad de resistir y persistir.
Sin embargo, si bien la persistencia es admirable, no está exenta de sus propios desafíos. En el poder, Morena enfrenta las tensiones inherentes a cualquier gobierno que se proclama como portador de una transformación radical. La crítica que Nietzsche formula hacia el poder establecido en su obra «El anticristo», en la que señala la tendencia a la corrupción y el estancamiento, es algo que debe preocupar a aquellos que han abrazado la causa de la Cuarta Transformación. La tentación de convertirse en lo mismo que se ha criticado —en un poder que burocratiza las ideas y limita las posibilidades transformadoras— es siempre latente. El peligro de la repetición, de convertirse en aquello que se combate, está siempre presente.
No obstante, este mismo poder que ha buscado desestabilizar el viejo orden, enfrenta ahora el dilema de la consolidación. En la interpretación de Nietzsche, el poder no es una meta final, sino un proceso continuo de creación, de afirmación. Si Morena desea realmente encarnar los ideales de transformación que ha pregonado, deberá ser capaz de reinventarse constantemente, de no sucumbir ante las dinámicas corruptas del poder que, como advertía Nietzsche, tienden a corromper incluso a los más nobles.
El dilema es claro: el poder de Morena, como el poder en general, está destinado a transformar no solo el exterior, sino también a quien lo ejerce. El riesgo es que, en el ejercicio del poder, pueda caer en la trampa de la autocomplacencia o, peor aún, en la de la traición a sus propios principios. El reto no es solo mantener el poder, sino hacerlo en forma de una verdadera transformación.
En este sentido, la influencia de Nietzsche puede ser vista como una advertencia filosófica para los actores políticos de hoy. La historia política mexicana, rica en luchas y desafíos, ha mostrado que el poder no es solo un regalo, sino una prueba constante. Morena, al igual que el superhombre nietzscheano, debe estar dispuesta a superar las tentaciones de la autocomplacencia y a continuar luchando por el cambio verdadero, porque, como diría el filósofo, “quien lucha con monstruos debe tener cuidado de no convertirse en uno”.
Este es el verdadero desafío que enfrenta la Cuarta Transformación: lograr que su llegada al poder no sea un simple cambio de régimen, sino el inicio de una nueva fase en la política mexicana, en la que la persistencia en la lucha por la justicia y la equidad sea más que un slogan, sea una constante reafirmación de su voluntad de poder.