Juventud en el poder¿Una Nueva Era?
Por: Alexis Da Costa
2024 marca un momento peculiar en la vida pública de México. Si uno escucha con atención, podría casi oír los ecos de cambio: «¡Los jóvenes han llegado al poder!» Titulares que exaltan la participación de las generaciones millennials y centennials en la política nacional, presentándolos como el futuro hecho presente. Jóvenes de 22 a 29 años, que hace apenas unos años asistían a clases universitarias, ahora ocupan cargos como ediles en municipios, congresistas y otras posiciones clave. Pero más allá del romanticismo de «una nueva generación», la realidad es más compleja. El arribo de la juventud al poder plantea preguntas: ¿Estamos ante una verdadera transformación política o solo ante un cambio de rostros?
Para empezar, no podemos ignorar los datos fríos. En esta legislatura, solo 22 diputados federales tienen menos de 29 años, lo que representa la participación juvenil más baja en San Lázaro en las últimas seis legislaturas. Y aunque la cifra pueda parecer modesta (y ciertamente lo es), no deja de ser simbólica. La juventud se presenta como la esperanza de renovación, como el relevo generacional después de la oleada de inclusión de género que ha transformado la política en años recientes. Pero, ¿realmente está lista esta generación para asumir las responsabilidades que conlleva el poder?
Lo cierto es que la juventud mexicana tiene el potencial de ser una fuerza disruptiva, pero no siempre sabe cómo canalizar ese poder. Como sector demográfico, los jóvenes de 18 a 29 años constituyen el mayor segmento del padrón electoral, representando el 30% de la lista nominal. Sin embargo, este poderío numérico no siempre se traduce en participación política efectiva. La desconfianza en el sistema, la apatía y el desencanto con los procesos electorales han hecho que muchos jóvenes vean la política como un mal necesario y no como una oportunidad para transformar el país.
Sin embargo, no todo es pesimismo. La llegada de jóvenes a cargos importantes, como alcaldías y diputaciones, podría abrir la puerta a nuevas formas de hacer política. Jóvenes que han crecido en un contexto digital, conectados al mundo global, con acceso a una vasta cantidad de información, parecen tener las herramientas para enfrentar los desafíos de un México cambiante. Pero la juventud, por sí sola, no es garantía de éxito. ¿De qué sirve la frescura de las ideas si se cae en los mismos vicios de siempre?
Aquí es donde entra la reflexión. Si bien es cierto que los jóvenes pueden tener una visión más innovadora y menos atada a los esquemas tradicionales, también enfrentan una dura realidad: la política mexicana no se reinventa solo porque una generación más joven toma el poder. Los desafíos son los mismos, los problemas estructurales no desaparecen mágicamente y las viejas dinámicas de poder siguen presentes. En otras palabras, la juventud no es una varita mágica que resolverá todos los problemas del país.
Sin embargo, lo que sí puede hacer esta generación es traer una perspectiva distinta. La educación en derechos humanos, la igualdad de género y la justicia social, temas que hace años apenas se discutían en las esferas políticas, ahora son parte central del discurso de muchos jóvenes líderes. Luisa María Alcalde, quien a sus 37 años es la nueva presidenta de Morena, el partido más grande de América Latina, es un ejemplo claro de cómo la juventud está tomando las riendas con un enfoque más progresista. A pesar de su juventud, Alcalde ha dejado claro que su visión no es solo ocupar un espacio en el poder, sino transformarlo desde adentro.
Pero, ¿cuál es el verdadero reto para los jóvenes en el poder? Más allá de ganar elecciones y ocupar cargos, el desafío radica en mantenerse fieles a sus principios en un entorno que no siempre es propicio para las ideas nuevas. El sistema político puede ser un monstruo devorador de ideales, donde la frescura de las propuestas rápidamente se ve ahogada por las burocracias y las dinámicas de poder que parecen no cambiar. La historia está llena de ejemplos de políticos jóvenes que, al llegar al poder, se vieron atrapados en las mismas redes que prometieron desmantelar.
La juventud tiene la ventaja de la energía, de la capacidad de adaptarse y aprender rápido. Mientras que las generaciones anteriores están marcadas por las tradiciones y los caminos ya recorridos, los jóvenes tienen la posibilidad de trazar nuevos rumbos, siempre que mantengan la integridad de sus principios. Y aunque la política mexicana tenga fama de absorber lo peor de sus participantes, la esperanza sigue viva. No se trata solo de juventud por juventud, sino de cómo se utilizará ese poder para cambiar las reglas del juego.
Al final del día, 2024 puede ser un año de transformación o de continuidad. Dependerá de los jóvenes que asumen el poder decidir si quieren simplemente ocupar los mismos puestos que sus antecesores o si realmente quieren transformar el sistema desde adentro. Para ello, es crucial que no caigan en los mismos errores, que no se dejen llevar por las mismas tentaciones y que recuerden siempre por qué decidieron involucrarse en la política.
No basta con llegar al poder, lo importante es qué se hace con él. Los jóvenes ya han llegado, ahora toca ver si están dispuestos a ser el cambio.
Así que, querido lector, tal vez este 2024 sea, finalmente, el año en que el poder joven demuestre que puede hacer más ¿Será el inicio de una nueva era o simplemente un ciclo más con caras nuevas? La respuesta la tienen ellos, y por supuesto, nosotros.