El Eterno Retorno de las Administraciones Municipales.
“Todo va, todo vuelve; eternamente rueda la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se recompone; eternamente la misma casa del ser se reconstruye a sí misma. Todo se despide, todo vuelve a saludarse; eternamente permanece fiel a sí el anillo del ser.”
Así como Nietzsche describe el ciclo eterno del ser, en el ámbito político, la llegada de una nueva administración municipal es también un eterno retorno. Los cambios de gobierno no son más que manifestaciones de esta rueda que gira sin cesar, donde lo nuevo florece sobre las ruinas de lo que se fue, pero sin escapar completamente de sus sombras.
El inicio de cada administración trae consigo el entusiasmo y la promesa de renovación, pero al mismo tiempo está marcada por la carga inevitable de los ciclos pasados: lo que fue, en mayor o menor medida, sigue estando presente.
El entusiasmo del inicio es como la primera floración después de un largo invierno. Es un momento en el que las expectativas están en su punto más alto, los nuevos liderazgos llegan con la idea de romper con lo anterior y ofrecer algo fresco. Los discursos inaugurales son casi siempre optimistas, llenos de promesas de cambio y progreso. La energía de los primeros días es palpable, y parece que todo es posible. Sin embargo, esta etapa inicial, que podría verse como la fase en la que «todo vuelve a florecer», suele chocar con una realidad más dura: las estructuras burocráticas, los intereses arraigados y los problemas históricos que no desaparecen con el simple cambio de nombres en las oficinas.
Nietzsche sugiere que el ser está en un proceso constante de destrucción y reconstrucción, y lo mismo sucede con las administraciones municipales. A pesar del entusiasmo, existe un periodo inevitable de «calentamiento y comprensión». Aquí, los nuevos funcionarios deben familiarizarse con los procedimientos, entender los problemas locales en profundidad y aprender a navegar los complejos laberintos de la administración pública. Esta curva de aprendizaje es crucial, porque de ella depende que la administración pueda ser efectiva en los años venideros. Sin embargo, muchas veces, este periodo de adaptación se ve truncado por la presión de los tiempos políticos. Lo urgente no da espacio a lo importante, y las soluciones de largo plazo se ven relegadas por la necesidad de atender crisis inmediatas.
En esta fase, se revela el «anillo del ser» de Nietzsche. A pesar de los esfuerzos por crear algo nuevo, hay una tendencia natural a repetir ciertos patrones, tanto los aciertos como los errores de administraciones pasadas. Las promesas de campaña suelen chocar con las limitaciones presupuestarias, las mismas que enfrentaron quienes estuvieron antes. Las viejas estructuras, aunque a veces invisibles, siguen presentes y, a menudo, determinan el rumbo de las políticas públicas. Aquí es donde Nietzsche nos recuerda que «todo se rompe, todo se recompone», pero lo que se recompone no siempre es algo completamente nuevo, sino una versión modificada de lo anterior.
Esto es no sucede forzosamente, sin embargo, siempre se correrá el riesgo.
La política municipal, más que cualquier otro nivel de gobierno, está cercana a las necesidades inmediatas de la población. Los habitantes de los municipios no solo exigen resultados rápidos, sino que tienen una memoria viva de las administraciones anteriores. Por ello, los alcaldes y sus equipos tienen ante sí la difícil tarea de gestionar no solo las expectativas del presente, sino también las cicatrices del pasado. Las malas decisiones de una administración pasada no se borran fácilmente, y las buenas decisiones, en ocasiones, tampoco se reconocen con la misma rapidez. Las nuevas administraciones deben enfrentar el reto de no caer en los mismos errores, pero al mismo tiempo se ve obligada a aprender de esos errores para no repetirlos.
El «eterno retorno» nietzscheano también nos advierte sobre la inevitable repetición. Así como cada primavera trae consigo el renacimiento de la vida, también trae consigo los mismos desafíos cíclicos: la falta de recursos, las tensiones entre los diferentes sectores de la sociedad, las presiones y las demandas sociales que, en muchos casos, parecen no cambiar. Esta curva de aprendizaje no es solo un proceso técnico, sino también uno profundamente filosófico: implica reconocer que, aunque cada administración es única, los problemas y soluciones que enfrentan están anclados en un ciclo que parece repetirse una y otra vez.
Este riesgo de repetición constante plantea una pregunta crucial: ¿cómo puede una administración realmente innovar dentro de un ciclo que parece destinado a repetir lo mismo? Aquí es donde la visión política y la capacidad de liderazgo juegan un papel crucial. Aquellos líderes que comprenden la naturaleza cíclica de los problemas, pero que también se atreven a romper con las inercias negativas, son los que pueden marcar una diferencia. En lugar de caer en el fatalismo de la repetición, deben usar el pasado como una lección, no como un lastre.
El concepto de «todo se rompe, todo se recompone» nos recuerda que el cambio es inevitable, pero que no siempre es sinónimo de mejora. A menudo, las administraciones llegan con la promesa de romper con el pasado, pero en ese proceso de ruptura, corren el riesgo de perder lo valioso que había sido construido previamente. La verdadera sabiduría política radica en saber qué romper y qué mantener, en entender que el progreso no siempre significa destruir lo que vino antes, sino construir sobre ello de manera inteligente.
El «eterno retorno» nos enfrenta a una verdad incómoda: las administraciones municipales no son entes aislados, sino parte de un flujo constante de cambios y continuidades. Las promesas de campaña, los primeros meses de gestión y las decisiones políticas forman parte de un ciclo mayor, uno en el que el presente siempre está en diálogo con el pasado. Al igual que el anillo del ser nietzscheano, las administraciones municipales deben reconocerse como parte de ese ciclo. Pero también deben tener la valentía de, dentro de esa repetición inevitable, buscar formas de generar verdaderos avances.
Así, las nuevas administraciones deben recordar que, aunque todo muere y todo vuelve a florecer, lo importante es cómo enfrentan esa renovación. Si bien es imposible escapar por completo de la rueda del ser, es posible decidir cómo girar dentro de ella. El verdadero reto no está en evitar la repetición, sino en aprender de ella, en construir sobre lo que vino antes y en preparar el terreno para lo que vendrá después.
Cada administración es una manifestación más de este ciclo eterno, pero también una oportunidad para, al menos momentáneamente, dirigir el curso de la historia en una nueva dirección.
PD. De igual manera el “eterno retorno” se manifiesta en la vida diaria; el efecto rueda de la fortuna siempre será una constante.